miércoles, 29 de septiembre de 2010

Intempestiva destrucción de Plaza Ercilla en Los Vilos



Con estupor los vecinos de la comuna de Los Vilos dieron cuenta de la radical alteración del espacio conocido por más de cien años como Plaza Ercilla. Ubicada al principio de la calle principal, Avenida Caupolicán, era parte de un eje de circulación peatonal y vehicular que orientó el desarrollo y expansión urbana del pueblo desde sus albores, en la época de puerto de embarque menor, a finales del siglo XIX y principios del s. XX.

Somos libres de imaginar cuáles fueron sus usos, cuantas personas albergó, y cuantas horas de sombra dieron sus añosos árboles nativos (hoy queda SOLO UNO en pie, y estamos en la incertidumbre absoluta de si permanecerá allí o no). Podemos hoy, con los hechos consumados y una mole encementada encima, creer lo que queramos. Podemos tratar de imaginar y reconstruír las tramas sociales que allí pudieron ventilarse, ver en el recuerdo de sus maltenidos asientos, los descansos de los viejos de a pie, mientras las distancias aumentan todos los días en un pueblo que crece en la más absoluta espontaneidad. Si queremos, podemos componerle los huesos a la memoria, y a los trabajadores de la vieja aduana, y también a otros más actuales, tomando un descanso del trabajo. O un cigarro, mirando el mar. La faena portuaria antigua.

Una plaza verde y húmeda, (que por cierto, prácticamente no requería del riego, pues se encontraba situada en uno de los puntos más bajos del plano urbano, absorviendo todo el escurrimiento superficial), ha sido arrancada de la manera más brutal e insensible, dejándonos, sobre todo, una terrible sensación de extirpación, de indefensión.

Habrán posiblemente buenas explicaciones, intenciones que tal vez expliquen qué es lo que allí se quiso hacer, razones más o menos artísticas, desarrollistas, de orden vial. Hasta razones personales capaz que existan.  Pero lo que más deploramos en esto, es que en una intervención urbana, que implica la destrucción de un área verde (en una comuna semidesertica), consolidada, parte fundacional de un casco histórico que jamás se ha reconocido y protegido como tal, se improvise el adecuado conocimiento que la comunidad debió tener formado, pasando por encima de ella, ejecutando un proyecto o una etapa de un proyecto que viene a materializar la idea diseñada y autorizada por algún director de obras municipal, ingeniero vial, urbanista, paisajista o arquitecto, el que fuere, que atropella y ofusca a una comunidad ignorada en tanto fuerza viva,  escindida totalmente de la planificación participativa del espacio en el que ella misma se desarrolla, espacio común que es el primer ámbito donde debieramos volcar nuestra atención, nuestro esfuerzo y nuestra empatía más básica.